
Cuando yo era pequeña, tendría quizá ocho o nueve años, no lo puedo precisar, no conocía a Rafael Alberti pero me gustaba leer un poema que se llamaba "El tonto de Rafael". Años más tarde descubrí que su autor era un poeta de la Generación del 27 que se burlaba de sí mismo en este autorretrato:
EL TONTO DE RAFAEL
(Autorretrato burlesco)
Por las calles, ¿quién aquél?
Por las calles, ¿quién aquél?
¡El tonto de Rafael!
Tonto llovido del cielo,
del limbo, sin un ochavo.
Mal pollito colipavo,
sin plumas, digo, sin pelo.
¡Pío-pic!, pica,y al vuelo
todos le pican a él.
¿Quién aquél?
¿Quién aquél?
¡El tonto de Rafael!
Tan campante, sin carrera,
no imperial, sí tomatero,
grillo tomatero, pero
sin tomate en la grillera.
Canario de la fresquera,
no de alcoba o mirabel.
¿Quién aquél?
¡El tonto de Rafael!
Tontaina tonto del higo,
rodando por las esquinas
bolas, bolindres, pamplinas
y pimientos que no digo.
Mas nunca falta un amigo
que le mendigue un clavel.
¿Quién aquél?
¡El tonto de Rafael!
Patos con gafas, en fila,
lo raptarán tontamente
en la berlina inconsciente
de San Jinojito el lila.
¿Qué runrún, qué retahíla
sube el cretino eco fiel?
¡Oh, oh, pero si es aquél
el tonto de Rafael!
Su amigo, el poeta Benjamín Prado decía ayer de él:“Era una persona para la que toda solución era poética. Si él quería dar una opinión política no escribía un artículo, sino un poema; si quería plantear cualquier tipo de reivindicación social, escribía un poema”.
A nosotros, además de su poesía, nos queda su voz.